miércoles, 25 de abril de 2012

EL DUELO

Si has perdido a un ser querido, es posible que estés sintiendo distintas emociones. Es probable que estés triste, preocupado o asustado. Tal vez no estés preparado, estés impresionado o confundido. Puedes sentirte enojado, engañado, aliviado, culpable, exhausto o simplemente vacío. Tus emociones pueden ser más intensas o más profundas que lo habitual, o estar entremezcladas de una manera que nunca habías experimentado.
También habrás notado que tu pérdida está afectando tus pensamientos y tu comportamiento. Si estás afligido, es posible que te cueste concentrarte, dormir, comer o sentir interés por las cosas que solías disfrutar. Quizás intentes actuar como si estuvieras bien (aun cuando no lo estés), porque deseas ser fuerte frente a otra persona. Y es posible que te preguntes si alguna vez superarás la pérdida de alguien que significa tanto para ti.
Todas estas emociones son reacciones naturales frente a la muerte de un ser querido. Son parte del proceso de duelo.
¿Qué es el duelo?
El duelo es la aflicción que siente la gente cuando sufre la pérdida de un ser querido. Existen muchos tipos de pérdidas y no todas se relacionan con la muerte. Una persona también puede hacer duelo tras la ruptura de una relación íntima o después de que uno de los padres se va del hogar.
El duelo es una reacción natural frente a la pérdida de alguien importante. El duelo también es el nombre del proceso de recuperacion que una persona atraviesa después de la muerte de un ser querido. El proceso de duelo lleva tiempo y el alivio suele aparecer en forma gradual.
Si bien todos experimentamos dolor cuando perdemos a una persona, el duelo afecta a las personas de distintas maneras. La manera en que te afecte depende, en parte, de tu situación y de tu relación con la persona que falleció.
Las circunstancias en las que muere una persona pueden influir en los sentimientos del duelo. Por ejemplo, si una persona estuvo enferma mucho tiempo o era muy vieja, es probable que esperaras su muerte. Aunque no necesariamente esto haga que sea más fácil aceptarlo (y el sentimiento de duelo estará presente de todos modos), algunas personas descubren que saber que alguien va a morir les da tiempo para prepararse. Y si un ser querido sufre mucho antes de morir, las personas pueden incluso tener una sensación de alivio cuando llega la muerte. Si la persona que falleció era muy joven, por el contrario, es posible que tengas una sensación de que es terriblemente injusto.
Pero perder a alguien repentinamente puede ser muy traumático, sin importar la edad de la persona. Tal vez alguien a quien conoces murió inesperadamente; como resultado de un acto de violencia o de un accidente de automóvil, por ejemplo. Puede llevar mucho tiempo superar una pérdida repentina, porque quizá sientas que el acontecimiento y los intensos sentimientos que lo acompañan te tomaron desprevenido.
Perder a alguien porque cometió un suicidio puede ser especialmente difícil de enfrentar. La gente que pierde amigos o familiares por un suicidio puede experimentar un profundo sentimiento de desesperación o tristeza, porque se siente incapaz de comprender qué pudo haberlo llevado a tomar una medida tan extrema. Incluso pueden sentir enojo contra esa persona: una emoción totalmente normal. O pueden sentirse culpables y preguntarse si podrían haber hecho algo para evitar el suicidio. En algunos casos, después de una pérdida traumática, una persona puede deprimirse y necesitar ayuda especial para aliviarse.
Si perdiste a un familiar cercano, como un padre, un hermano o una hermana, es posible que sientas que te robaron el tiempo que deseabas pasar con esa persona. También puede ser difícil expresar tu propia aflicción cuando los demás miembros de tu familia también están afligidos. Algunas personas pueden esconder su propia aflicción o evitar hablar de la persona que falleció, porque tienen miedo de entristecer a un padre o a otro miembro de la familia.
El duelo puede hacer que algunas personas se sientan culpables sin motivo alguno. Dependiendo de las circunstancias, algunas personas pueden preguntarse si algo que hicieron (o dejaron de hacer) causó la muerte de esa persona. Otros pueden pensar que si hubieran sido mejores personas, tal vez su ser querido no habría muerto. Estas cosas no son ciertas, por supuesto, pero a veces estos sentimientos y estas ideas son una manera de intentar darle sentido a algo que es difícil de comprender.
Todos estos sentimientos y reacciones son normales. Pero ¿qué puede hacer una persona para superarlos? ¿Cuánto dura el duelo? ¿Alguna vez todo volverá a la normalidad? ¿Y cómo vas a seguir adelante sin la persona que falleció?
Afrontar el duelo
El proceso de duelo es muy personal e individual; cada persona lo atraviesa de manera diferente. Algunas personas buscan el apoyo de otras y encuentran alivio en los buenos recuerdos. Otras tratan de mantenerse ocupadas para alejar su mente de la pérdida. Algunas personas se deprimen y se alejan de sus amigos, o evitan los lugares o situaciones que les recuerdan a la persona fallecida. Así como la gente siente el duelo de muchas maneras diferentes, también lo maneja de manera diferente.
A algunas personas, las puede ayudar hablar con otros de su pérdida. Algunas lo hacen natural y fácilmente con amigos y familiares; otras hablan con un terapeuta profesional. Algunas personas pueden no sentir ganas de hablar mucho del tema, porque les cuesta encontrar palabras para expresar una emoción tan profunda y personal, o se preguntan si hablar les hará sentir más dolor. Esto está bien, siempre y cuando encuentres otras maneras de hacer frente a tu dolor.
Unas pocas personas canalizan su dolor involucrándose en actividades peligrosas y autodestructivas. Hacer cosas como beber, drogarse o cortarse el cuerpo para escapar de la realidad de una pérdida puede aplacar el dolor, pero la sensación es únicamente temporal. La persona no está realmente afrontando el dolor; simplemente lo está enmascarando, lo que hace que esos sentimientos se acumulen en el interior, prolongando el duelo.
Si el dolor parece empeorar, si sientes deseos de lastimarte a ti mismo o tienes pensamientos suicidas, habla con alguien en quien confíes y dile cómo te sientes, o consulta a un profesional.
Qué esperar
Puede parecer imposible recuperarse después de perder a un ser querido. Pero la aflicción mejora gradualmente y se vuelve menos intensa con el tiempo. Tal vez, saber algunas de las cosas que puedes esperar durante el proceso de duelo pueda ayudarte a superar el dolor.
Los primeros días después de la muerte de una persona pueden ser intensos, la gente puede expresar emociones fuertes, tal vez llorar o consolarse mutuamente y reunirse para expresar su apoyo y sus condolencias a quienes se ven más afectados por la pérdida.
La familia y los amigos suelen participar en rituales que pueden ser parte de su religión, su cultura, su comunidad o de sus tradiciones familiares (como servicios religiosos, velorios o funerales). Estas actividades pueden ayudar a la gente a superar los primeros días posteriores a la muerte y a honrar a la persona que murió. La gente puede pasar algún tiempo reunida conversando y compartiendo recuerdos de la persona que falleció. Esto puede extenderse por días o semanas después de la pérdida, cuando los amigos y la familia traen alimentos, envían tarjetas o pasan a visitarte.
Muchas veces, la gente muestra sus emociones en este período. Pero, en ocasiones, una persona puede estar tan sorprendida o superada por la muerte que no demuestra las emociones en forma inmediata, aun cuando la pérdida sea muy terrible. Por ejemplo, los amigos de Joey creían que él iba a estar realmente triste en el funeral de su mamá, y los sorprendió verlo sonreír y hablar con la gente como si no hubiera pasado nada. Cuando le preguntaron a Joey, él dijo que ver a sus amigos en el funeral lo alegró porque le recordó que algunas cosas continuarían siendo iguales. Joey pudo llorar y hablar sobre sus sentimientos cuando estuvo solo con su papá después del funeral.
En algunos casos, cuando terminan los rituales asociados con el duelo, la gente puede sentir que deberían haber "superado" la pérdida porque todo parece haber vuelto a la normalidad. Cuando la gente que está de duelo regresa a sus actividades normales, puede resultarle difícil entregarse de lleno a las tareas de todos los días. Muchas personas vuelven a realizar sus tareas normales después de unos pocos días o de una semana. Pero si bien pueden no hablar tanto de su pérdida, el proceso de duelo continúa.
Es natural continuar teniendo sentimientos y preguntas durante un tiempo después de la muerte de una persona. También es natural comenzar a sentirse un poco mejor. Depende mucho de la manera en que la pérdida afecte tu vida. Está bien estar afligido durante días, semanas, o incluso más tiempo, dependiendo de cuán cercana era la persona fallecida.
No importa cómo elijas pasar tu duelo, no existe una manera correcta de hacerlo. El proceso de duelo es gradual y dura más en algunas personas que en otras. Puede haber momentos en los que pienses que nunca disfrutarás de la vida de la misma manera, pero ésta es una reacción natural después de una pérdida.
Cuidarte a ti mismo
La pérdida de un ser querido puede ser estresante. Cuidarte a ti mismo en cosas pequeñas, pero importantes, puede ayudarte a enfrentarla. Aquí hay algunas cosas que quizá te ayuden:
  • Recuerda que la aflicción es una emoción normal. Debes saber que la aflicción puede desaparecer (y va a desaparecer)
  • Participa en los rituales. Los servicios religiosos, los funerales y otras tradiciones ayudan a la gente a superar los primeros días y a honrar a la persona que falleció.
  • Reúnete con otros. Incluso las reuniones informales de familiares y amigos brindan una sensación de apoyo y ayudan a la gente a no sentirse tan aislada durante los primeros días y semanas del duelo.
  • Cuando puedas, habla de ello. A algunas personas las ayuda contar la historia de su pérdida o hablar de sus sentimientos. En ocasiones, una persona no tiene deseos de hablar. Eso también está bien. Nadie debe sentirse presionado a hablar.
  • Exprésate. Aun cuando no sientas deseos de hablar, encuentra maneras de expresar tus emociones y tus pensamientos. Comienza a escribir un diario sobre los recuerdos que tienes de la persona que perdiste y de cómo te sientes desde la pérdida. O escribe una canción, un poema o un tributo a la persona que falleció. Puedes hacerlo de manera privada o compartirlo con otros.
  • Haz ejercicio. El ejercicio puede cambiar tu humor. Puede resultar difícil sentirse motivado; por lo tanto, modifica tu rutina normal si es necesario.
  • Aliméntate bien. Seguramente tengas deseos de saltear comidas o quizá no tengas hambre, pero tu cuerpo necesita comida nutritiva.
  • Expresa y libera tus emociones. Si tienes deseos de llorar, no te reprimas. No te preocupes si escuchar determinadas canciones o realizar algunas actividades resulta doloroso porque te trae recuerdos de la persona que perdiste. Esto es normal. Después de un tiempo, será menos doloroso.
  • Crea un memorial o un tributo. Planta un árbol o una planta, o recuerda a la persona con algo saludable, como participar en una maratón o caminata a beneficio (por ejemplo, una carrera por el cáncer de mama) en honor del ser amado.
Conseguir ayuda para un duelo intenso
Si tu dolor no disminuye después de un tiempo de la muerte del ser amado, es posible que desees recibir ayuda. Si el duelo se transformó en depresión, es muy importante que se lo digas a alguien. ¿Cómo saber si el duelo está durando demasiado tiempo? Éstas son algunas de las señales:
  • Has estado de duelo durante 4 meses o más y no te sientes mejor.
  • Te sientes deprimido.
  • Tu dolor es tan intenso que sientes que no puedes continuar con tus actividades habituales.
  • Tu dolor está afectando tu capacidad para concentrarte, dormir, comer o socializar como lo hacías normalmente.
  • Sientes que no puedes continuar viviendo después de la pérdida, o piensas en el suicidio, la muerte o en lastimarte a ti mismo.
En cierta medida, es natural que una pérdida haga que las personas piensen en la muerte. Pero si la pérdida ha hecho que pienses en el suicidio o en lastimarte a ti mismo de alguna manera, o si sientes que no puedes continuar viviendo después de tu pérdida, es importante que se lo digas a alguien de inmediato.
La ayuda de un terapeuta profesional puede serte útil, porque te permite hablar de tu pérdida y expresar sentimientos intensos.


Fuente: kidshealth.com





lunes, 30 de enero de 2012

EL TRASTORNO DISMÓRFICO CORPORAL (TDC)


La mayoría de nosotros pasa mucho tiempo en el espejo viendo nuestra apariencia. Algunas personas pasan más tiempo que otras, sin embargo, cuidar nuestro cuerpo y estar interesados en nuestra apariencia es algo natural.
 
La forma en la que nos sentimos respecto a nuestra apariencia es parte de la imagen que tenemos de nuestro cuerpo y de nosotros mismos. Muchas personas no están satisfechas con sus cuerpos y esto puede ocurrir sobre todo durante los años de la adolescencia, el momento en que nuestro cuerpo atraviesa muchos cambios.
 
Aunque muchas personas no se sienten satisfechas con su apariencia, estas preocupaciones no ocupan constantemente sus pensamientos o no les atormentan. Pero para algunas personas, la preocupación sobre su apariencia puede ser extrema al punto de sentirse obsesionados.
 
Algunas personas enfocan su atención de tal forma en imperfecciones imaginarias o pequeñas en su apariencia que no pueden dejar de obsesionarse por ello. Estar constantemente preocupados y enfadados sobre las imperfecciones del cuerpo o la apariencia es lo que se conoce como el trastorno dismórfico corporal (TDC).
 

¿Qué es el trastorno dismórfico corporal?
 
El trastorno dismórfico corporal es una condición que tiene que ver con las obsesiones y pensamientos preocupantes que surgen de forma repetitiva en la conciencia de una persona. Cuando se padece de TDC, los pensamientos preocupantes son sobre imperfecciones que la persona percibe.
 
Puede ser que las personas que sufren de TDC se fijen en lo que ellas perciben como una imperfección en el rostro, pero también pueden preocuparse sobre otras partes del cuerpo como el tamaño de las piernas corto, la talla de pecho, o la forma del cuerpo. Así como las personas con trastornos de la alimentación se enfocan en su peso, las personas con TDC se obsesionan con un aspecto de su apariencia. Las personas con TDC pueden sentirse preocupadas si su cabello es muy fino, si tienen cicatrices en su cara, ojos de diferente tamaño, nariz muy grande o labios muy finos.
 
Al trastorno TDC también se la ha llamado "fealdad imaginaria" porque los temas sobre la apariencia que obsesionan a la persona suelen ser tan pequeños que las otras personas ni se dan cuenta de ello. Cuando otras personas si los perciben, lo consideran de menor importancia. Pero para una persona con TDC, sus preocupaciones se sienten de forma real, porque sus pensamientos obsesivos distorsionan y amplían cualquier pequeña imperfección.
 
Debido a la imagen distorsionada del cuerpo que ocasiona el trastorno TDC, una persona puede creer que es demasiado fea o desfigurada para que otros la vean.
 
Además de las obsesiones, el trastorno TDC también incluye comportamientos compulsivos y evitar ciertas actividades.
 
Un comportamiento compulsivo es algo que una persona hace para tratar de aliviar la tensión que generan los pensamientos obsesivos. Por ejemplo, una persona con pensamientos obsesivos de que su nariz es horrible, puede verse en el espejo, ponerse maquillaje o preguntarle a otra persona varias veces al día si su nariz se ve horrible. Este tipo de comportamientos, el chequear, arreglar y preguntar de este modo son compulsiones.
 
Una persona que padece de una obsesión generalmente siente una necesidad irresistible de ser compulsivo(a) ya que esto puede proporcionarle alivio a la preocupación de la obsesión. Para una persona que sufre de obsesiones, el comportamiento compulsivo puede ser la única forma de escapar a los sentimientos negativos que ocasionan los malos pensamientos. Las acciones compulsivas se repiten varias veces al día, ocupando gran parte del tiempo y energía de la persona.

Evitar actividades también es parte del trastorno TDC. Una persona puede quedarse en su casa para evitar ser vista por otras personas. Los comportamientos que evitan hacer ciertas actividades incluyen no participar en clase, no socializar, o evitar los espejos.
 
En el trastorno TDC, un patrón de pensamientos obsesivos y evitar actividades forma parte de la persona que lo padece. A pesar de que el constante chequeo, arreglo, preguntar y evitar hacer ciertas cosas tranquiliza de cierta forma a la persona ante sus pensamientos terribles, este alivio es solamente temporal. En realidad, cuanto una persona más ceda a su comportamiento compulsivo o evite ciertas actividades, más fuerte será el patrón de obsesiones, compulsiones o de evitar actividades.
 
Después de cierto tiempo, harán falta más compulsiones para aliviar la angustia que ocasionan los pensamientos malos. Una persona con TDC no quiere preocuparse con esos pensamientos y comportamientos, pero al padecer de TDC puede parecer imposible romper este patrón.
 

¿Qué ocasiona TDC?
 
Aunque la causa de TDC aun no está clara, los expertos creen que está relacionada con problemas con la serotonina, uno de los neurotransmisores químicos del cerebro. La regulación insuficiente de serotonina también juega un papel en el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y en otros trastornos provocados por la ansiedad, así como en la depresión.

Algunas personas parecen estar más predispuestas a tener problemas con el balance de la serotonina, incluyendo quienes tienen familiares con problemas de depresión o ansiedad. Esto puede explicar por qué algunas personas desarrollan TDC mientras que otras no.
 
Los mensajes culturales también juegan un rol en el TDC reafirmando las preocupaciones de una persona sobre su apariencia. Los mensajes críticos o las bromas pesadas sobre la apariencia a una persona que está creciendo pueden contribuir a la sensibilidad frente al TDC. Pero mientras los mensajes culturales, la crítica y las bromas pesadas sobre la apariencia de alguien pueden dañar la percepción de la imagen de una persona, este tipo de cosas individualmente no resultan en TDC.
 
Es difícil saber exactamente cuán común es el trastorno TDC porque no hay muchas personas que sufran este trastorno que quieran hablar de ello o buscar ayuda. Pero comparado a las personas que simplemente se sienten insatisfechas con su apariencia, pocas personas tienen el verdadero trastorno TDC. Este trastorno generalmente comienza en los años de la adolescencia, y si no es tratado a tiempo, puede continuar en la edad adulta.
 

¿Cómo puede afectar la vida de una persona el trastorno TDC?

 Algunas veces las personas con TDC se sienten avergonzadas y guardan sus preocupaciones en secreto. Pueden pensar que otros los consideran vanidosos o superficiales.

Algunas veces las personas se molestan con las obsesiones y las compulsiones de otros respecto a su apariencia. Pero estas personas no entienden lo que es el TDC o lo que atraviesa la persona que lo padece. Como resultado, la persona que padece esta condición puede que se sienta que nadie la entiende, juzgada de forma injusta o sola. Debido a que estas personas evitan el contacto con otras personas, puede ser que tengan pocos amigos o actividades para disfrutar.

 Es extremamente preocupante estar atormentado por pensamientos sobre imperfecciones en la apariencia. Estos pensamientos entran en la conciencia de la persona a lo largo del día y son difíciles de ignorar. Las personas con síntomas leves o moderados de TDC generalmente pasan mucho tiempo arreglándose en la mañana. Durante el día, puede que examinen su apariencia frecuentemente en el espejo o en las ventanas. Además, pueden buscar que otras personas en su entorno les reafirmen que todo está bien con su apariencia.
 
Aunque las personas con un ligero caso de TDC generalmente continúan yendo a la escuela, las obsesiones pueden interferir en sus actividades diarias. Por ejemplo, alguien puede mirar o examinar la parte "imperfecta" del cuerpo de forma repetida o gastar altas sumas de dinero y tiempo en maquillaje para cubrir el problema. Otras personas con TDC se esconden de otras y evitan ir a ciertos lugares porque tienen miedo de que otras personas las vean. Pasar demasiado tiempo y energía pensando en preocupaciones sobre la apariencia le roba a la persona placer, felicidad y oportunidades para que pueda divertirse o socializar.

Las personas que tienen síntomas severos puede que dejen de ir a la escuela, renuncien a sus trabajos o se rehúsen a dejar sus casas. Muchas personas con TDC también sufren de depresión. Las personas con los casos más severos de TDC incluso pueden considerar el suicidio.
 
Muchas personas con TDC buscan la ayuda de un dermatólogo o cirujano cosmético para tratar de corregir la apariencia de sus imperfecciones. Pero los tratamientos dermatológicos o la cirugía plástica no cambian el TDC. Las personas con TDC que consiguen un cirujano dispuesto a corregir sus imperfecciones generalmente no quedan satisfechas con los resultados. Puede que sepan que aunque su apariencia ha cambiado, la forma obsesiva de pensar sigue presente y comenzarán a enfocarse en alguna otra imperfección.
 

Buscando ayuda para el TDC

 Si tú o alguien que conoces sufre de TDC, el primer paso es reconocer lo que puede estar causando el problema. Muchas veces, las personas con TDC están tan enfocadas en su apariencia que creen que la solución está en corregir su apariencia en lugar de su pensamiento.
 
El verdadero problema con el TDC está en las obsesiones y en las compulsiones que distorsionan la imagen del cuerpo en las personas, haciendo que se sientan feas(os). Debido a que las personas con TDC creen que lo que perciben es real y correcto, algunas veces la parte mas difícil para recuperarse de este trastorno es estar abierto(a) a otras ideas que pueden ayudar.
 
El TDC puede tratarse con un especialista en salud mental con experiencia. Generalmente, el tratamiento incluye un tipo de terapia llamada la terapia cognitivo-conductual (cognitive-behavioral therapy, el modelo empleado por los profesionales del Instituto de Psicología). Este enfoque ayuda a corregir el patrón que está causando la distorsión de la imagen del cuerpo y la preocupación excesiva.
 
En la terapia cognitivo conductual, un especialista ayuda a la persona a examinar y a cambiar pensamientos incorrectos, a resistir comportamientos compulsivos y a afrontar situaciones preocupantes que desencadenan preocupaciones sobre la apariencia.

El tratamiento para el TDC lleva tiempo, trabajo y paciencia. También ayuda si se tiene el apoyo de una persona o una pareja. Si una persona que padece de TDC también sufre de depresión, ansiedad, sentimientos de estar aislado(a), solo(a), u otros temas en la vida, la terapia también puede tratar esos temas.
 
El trastorno dismórfico corporal, como otras obsesiones, puede interferir en la vida de una persona, restándole placer y desgastando su energía. Un psicólogo con experiencia y conocimientos sobre TDC puede en ayudar a superar este trastorno en la persona para que pueda disfrutar de la vida a plenitud.



Fuente: kidshealth.org

lunes, 28 de noviembre de 2011

Distorsiones Cognitivas en la Ludopatía


El tratamiento de la ludopatía tiene diferentes vertientes: la respuesta conductual que realiza la persona, la respuesta fisiológica y, fundamental, la respuesta cognitiva ante el juego.

Si nos centramos en ésta última, la cognitiva, es llamativo el número de personas que se sienten frustradas por el hecho de que “ven” el problema, que cuando no están jugando entienden los riesgos de su conducta y la conveniencia de dejarlo inmediatamente, pero cuando las circunstancias les acercan al juego, se acaban “autoconvenciendo para poder jugar”.

Este autoconvencerse es lo que en psicología llamamos Distorsión Cognitiva. El cerebro deja de ser racional y pasa a distorsionar la realidad para poder llegar a la conclusión de que, una vez más, puede jugar.

Veamos las distorsiones cognitivas más frecuentes en la ludopatía:

Distorsiones de control:

  • Ilusión de control: falsa idea de que se puede obtener una estrategia que te permita ganar en los juegos de azar.

  • Correlación ilusoria o pensamiento mágico: es uno de los factores más relevantes en la conducta y pensamiento supersticioso. Utilizar el “lapicero de la suerte” para marcar los números del bingo, porque en una ocasión cantamos línea marcando con  él; comprar en una determinada administración de lotería; hacer caso a algún adivino; realizar algunos rituales antes de jugar, que en alguna ocasión se relacionaron con la obtención de un premio y por lo tanto resultan difíciles de erradicar, además que favorecen la repetición de la conducta.

Distorsiones en la predicción:

  • Falacia del jugador: las personas con problemas en el juego de azar pueden pensar erróneamente que si hace mucho tiempo que no ha aparecido un estímulo en la máquina (por ejemplo una banana) significa que pronto aparecerá. Esto le empuja a seguir jugando convencido de que dentro de nada aparecerá la banana que le hace falta para ganar.

  • Tener el presentimiento de la inminencia de una gran ganancia a pesar de las pérdidas repetidas

  • Familiaridad y representatividad: pensar que un el número 56.879 tiene más probabilidades de salir que el 00008 describe este tipo de error.


Distorsiones en la explicación de los resultados (RATIFICACIÓN DEL SESGO):

Esto ocurre cuando las creencias del jugador dan resultados totalmente opuestos, es decir, a perder en el juego. En estos casos la persona busca racionalizaciones que justifiquen los errores.

  • Fijarse en las frecuencias absolutas: recordar muy bien los aciertos y olvidar todas las veces que se ha perdido.

  • Perder por poco”: tener la sensación de que casi ha ganado ya que él tenía el número 18.379 y el número premiado fue el 18.378. En realidad se ha perdido igual que si hubiera salido el número 01.202.

  • Confusión entre azar y suerte: en el juego no existe la suerte: sólo existe el azar. No hay ninguna variable personal que modifique la aparición de los eventos. Cuando se gana varias veces seguidas, el jugador se cree en racha y sigue jugando, pero cuando la racha es de pérdidas, el jugador espera que “le cambie la suerte” y también sigue jugando.

Fuente: Elaborado a partir de un artículo de Fernando Pena Vivero

viernes, 14 de octubre de 2011

LA DEPRESIÓN ESTACIONAL

Ha llegado el invierno y con él la falta de luz… y a nuestro centro comienzan a acudir personas con síntomas como irritabilidad, decaimiento, cansancio físico, ansiedad, somnolencia, o tendencia a retraerse socialmente, entre otros. Hablamos de la llamada popularmente depresión estacional.
 

La depresión estacional (también conocida como Trastorno Afectivo Estacional, o SAD en inglés y diagnosticada realmente como Episodio depresivo con Patrón estacional) son episodios depresivos, en general de corta duración, que suelen depender de la época del año, siendo los más frecuentes los asociados con el inicio de la época invernal.
 

En un estudio realizado en Estados Unidos se demostró que la depresión estacional era más frecuente en las zonas de mayor latitud. Y es que las investigaciones apuntan a que dos sustancias químicas fundamentales del cerebro, la melatonina y la serotonina, podrían estar en la base del TAE.
 

La melatonina está relacionada con el sueño y nuestro cuerpo produce esta hormona en mayor cantidad cuando hay oscuridad o cuando los días son más cortos.


Con la serotonina, sucede lo opuesto: la producción de serotonina aumenta cuando una persona está expuesta a la luz solar, de modo que es probable que los niveles de serotonina sean más bajos durante el invierno, cuando los días son más cortos. Y es que los niveles bajos de serotonina están asociados con depresión.
 

Por tanto, los días más cortos y las horas de oscuridad más largas en el otoño y el invierno pueden causar un aumento en los niveles de melatonina y una disminución en los niveles de serotonina, que podrían crear condiciones biológicas para la depresión.



Cómo afrontar el TAE
 

Si bien los casos más severos deben consultarse a un especialista, si la depresión estacional está apenas comenzando o si queremos prevenirla, podemos seguir unas sencillas pautas:
 

·         Practicar deporte o ejercicio de forma regular. Un simple paseo puede ser un buen sustituto. De esta forma se consigue realizar ejercicio (excelente para el estado de ánimo) y estar expuesto más a la luz.
 

·         Realizar actividades agradables. No espere a que se las propongan los demás. Hágalo incluso si no le apetece demasiado, ya tendrá tiempo de volver a casa si se aburre.
 

·         En casa, trate de leer, estudiar, y en general realizar la mayoría de actividades cerca de la luz natural.
 

·         Emplee bombillas que ofrezcan una luz generosa.
 

·         Busque el contacto y apoyo de sus amistades, pareja o familia.  El apoyo social es fundamental en cualquier trastorno del estado de ánimo.


En caso de que el TAE no remita en unas semanas, sí es aconsejable consultar un especialista para evitar que se cronifique, puesto que podrían estar interviniendo otras casusas además de las orgánicas, como dificultades de adaptación a la dinámica laboral, o ajustes en los horarios laborales mutuos de pareja, entre otras.
 

Para terminar, un último consejo: disfrute del invierno.


domingo, 26 de junio de 2011

AFRONTAR EL ESTRÉS ES UNA HABILIDAD

   El estrés forma parte de nuestra vida cotidiana, lo hemos experimentado en diversidad de ocasiones, ya sea soportando frenéticas discusiones laborales o familiares, llevando a cabo una charla en público o examinándonos para obtener el permiso de conducir. Quizás lo hayamos manifestado de otra forma, con otros términos: nerviosismo, ansiedad, miedo o tensión. Sea como sea, nos estamos refiriendo al estrés que puede acontecer en infinidad de situaciones. En contra de lo que muchos puedan pensar, el estrés es necesario para la supervivencia, puesto que nos ayuda a adaptarnos a circunstancias nuevas o adversas. Gracias al estrés progresamos en nuestra profesión, nos preparamos los exámenes con suficiente antelación y reaccionamos adecuadamente ante accidentes fortuitos. De hecho, todo cambio supone una tensión, ya sea casarse, ascender en el trabajo, divorciarse o mudarse de casa. El estrés es indispensable para llevar la vida hacia delante.

   El estrés acontece cuando una persona interpreta una situación determinada como poco deseable o amenazante, y piensa que no tiene suficientes recursos para hacerle frente. Aunque indiscutiblemente hay acontecimientos muy desfavorables, ante los cuales la mayoría de nosotros sufriríamos estrés. La muerte de un ser querido, un accidente de circulación o presenciar un incendio son algunos ejemplos de ello. Sin lugar a dudas, se trata de hechos eminentemente indeseable y amenazante. Aun así, la respuesta de todos nosotros no será de la misma intensidad, algunos mostrarán una reacción extrema y en cambio otros responderán con mayor serenidad. No reaccionamos todos igual ante la misma situación de peligro, dado que cada persona entiende los sucesos de forma distinta, atribuyéndoles un mayor o menor grado de amenaza.

   Richard Lazarus, un destacado psicólogo americano, se dedicó a estudiar la forma en la que apreciamos o valoramos los acontecimientos que nos estresan y acabó concluyendo que existen dos tipos de preguntas que nos hacemos de forma automática cuando afrontamos cualquier tipo de situación. La primera de las cuestiones se refiere al grado de importancia que tiene el hecho para nosotros, hasta que punto nos perjudica o nos beneficia. Sería como preguntarse: ¿Qué grado de amenaza tiene esta situación para mi?", o "¿Está todo bien o tengo problemas?". Es una evaluación de lo que está en juego en ese momento. Aun realizamos una segunda evaluación que será igualmente responsable del grado de estrés experimentado. Esta última se centra en la forma más adecuada para disminuir la amenaza y solucionar el problema. Contestaría a la pregunta: "¿Qué puedo hacer?", "¿Qué instrumentos tengo para hacer frente a esta situación?". Esta evaluación mide los recursos de que disponemos para afrontar con éxito las dificultades y, evidentemente, se verá influenciada por las victorias que hayamos obtenido en otras ocasiones parecidas, por la confianza en uno mismo y por el tipo de habilidades y estrategias que poseamos.

   Por tanto, padeceremos estrés en función del grado de amenaza que atribuyamos a un acontecimiento y a la confianza que depositemos en nuestras habilidades para superarlo. En conclusión, el estrés así entendido es un fenómeno eminentemente psicológico que será susceptible de un tratamiento que incluya la adquisición de habilidades de afrontamiento adecuadas.

   Pero ahí no acaba todo, aun queda revisar las repercusiones que provoca el estrés sobre nuestro organismo. Ello significa exponer la relación existente entre éste y la aparición de enfermedades. Cuando andamos estresados por algún evento se disparan una serie de cambios fisiológicos que preparan al organismo para hacer frente a la problemática. El ritmo cardíaco se acelera, los pulmones reclaman más oxígeno incrementando la respiración, el flujo sanguíneo se dirige con mayor fuerza a los grandes grupos musculares del cuerpo para disminuir en otras zonas. Una cascada hormonal se encarga de detener los procesos a largo plazo como la digestión, la respuesta sexual o el crecimiento, con la intención de aprovechar toda la energía existente para resolver la situación. Las dificultades aparecen cuando esta respuesta se mantiene activada durante un período de tiempo demasiado prolongado, se da con demasiada frecuencia o es muy intensa. En tales circunstancias aparecen los denominados trastornos psicofisiológicos ligados al estrés, dado que el organismo no soporta la activación a la que lo sometemos. Son extraordinariamente variados y es difícil determinar con antelación que personas presentaran un tipo u otro de trastorno

   El panorama no es tan desolador. Hoy poseemos suficientes estrategias para elaborar tratamientos adecuados a las necesidades de esta extendida problemática. El Instituto Madrid de Psicologia pone a su disposición diferentes programas de entrenamiento de habilidades de afrontamiento al estrés que le ayudarán a mejorar sus respuesta a las crecientes demandas de nuestro entorno: Programas de entrenamiento de distintas estrategias de relajación, potenciación de las habilidades sociales, abordaje de la autoestima y estados de ánimo disfóricos, intervención sobre cuadros de ansiedad, manejo del tiempo, resolución de problemas y estrategias cognitivas de afrontamiento al estrés.


viernes, 29 de abril de 2011

¿MI NIÑO ES INQUIETO O HIPERACTIVO?

Entre un 3 y un 5% de los niños escolarizados son hiperactivos, niños inquietos, impacientes, impulsivos, que no se centran en objetivos o finalidades concretas, que saltan de una cosa a otra, que no atienden a lo que se les dice; en definitiva, niños que no "oyen", no "obedecen", no "hacen caso".

Los síntomas definitorios del trastorno por déficit de atención con hiperactividad según la clasificación nosológica DSM-IV son: actividad motora excesiva, falta de atención y de control de impulsos. En sí, se trata de niños desordenados, descuidados, que no prestan atención en clase, que cambian continuamente de tarea y presentan una actividad permanente e incontrolada sin que vaya dirigida a un determinado objetivo o fin. Tienen dificultades para permanecer quietos, sentados, suelen responder precipitadamente incluso antes de haber finalizado la formulación de las preguntas, además se muestran impacientes y no son capaces de esperar su turno en las actividades en las que participan más individuos. Interrumpen las actividades o tareas de los compañeros y miembros de la familia. Pueden fácilmente sufrir accidentes y caídas debido a que sus conductas reflejan una escasa conciencia del peligro. Son desobedientes, parece que no oyen órdenes de los adultos y, por tanto, no cumplen con sus instrucciones. Plantean problemas de disciplina por incumplir o saltarse las normas establecidas. Su relación con los adultos se caracteriza por desinhibición, suelen tener problemas de relación social y pueden quedar aislados del grupo de iguales. Asimismo, dan muestras de déficits cognitivos y son frecuentes los retrasos en habilidades motoras y del lenguaje, así como las conductas antisociales y la carencia de autoestima. Es frecuente que los problemas conductuales acompañen la hiperactividad.


CURSO EVOLUTIVO DE LA HIPERACTIVIDAD

La hiperactividad se da con más frecuencia en niños que en niñas y su proporción está alrededor de 8 de cada 100 niños escolarizados y de 2 de cada 100 niñas escolarizadas.

Los indicadores de hiperactividad en los distintos momentos evolutivos son los siguientes:

  • De 0 a 2 años: Descargas mioclónicas durante el sueño, problemas en el ritmo del sueño y durante la comida, períodos cortos de sueño y despertar sobresaltado, resistencia a los cuidados habituales, reactividad elevada a los estímulos auditivos e irritabilidad.
  • De 2 a 3 años: Inmadurez en el lenguaje expresivo, actividad motora excesiva, escasa conciencia de peligro y propensión a sufrir numerosos accidentes.
  • De 4 a 5 años: Problemas de adaptación social, desobediencia y dificultades en el seguimiento de normas.
  • A partir de 6 años: Impulsividad, déficit de atención, fracaso escolar, comportamientos antisociales y problemas de adaptación social.
  
EVALUACIÓN DE LA HIPERACTIVIDAD

Los niños hiperactivos constituyen un grupo muy heterogéneo. No todos presentan las mismas conductas alteradas. No coinciden en su frecuencia e importancia ni en las situaciones o ambientes en los que se muestran hiperactivos. Además, incluso difieren respecto al origen y posibles causas de sus problemas.

La evaluación se concreta en las siguientes áreas:

  • Estado clínico del niño. Este aspecto se ocupa de los comportamientos alterados y anomalías psicológicas que presenta actualmente.
  • Nivel intelectual y rendimiento académico. Los informes que proporciona el colegio han de referirse a cómo es la conducta del niño y sus calificaciones académicas en el curso actual y cómo han sido en años anteriores. En esta evaluación se tienen en cuenta tanto los aspectos positivos como los negativos.
  • Factores biológicos. Se evaluaran mediante un examen físico exhaustivo para detectar posibles signos neurológicos, anomalías congénitas u otros síntomas orgánicos que resulten de interés.
  • Condiciones sociales y familiares. Se analizan: nivel socioeconómico, comportamientos de los miembros de la familia, clima familiar, relaciones interpersonales, tamaño, calidad y ubicación de la vivienda familiar, normas educativas, disciplina, cumplimiento de normas y horarios, actitudes de los padres hacia los problemas infantiles, factores o acontecimientos desencadenantes de los conflictos.
  
TRATAMIENTO DE LA HIPERACTIVIDAD

Toda iniciativa terapéutica en el campo infantil persigue el objetivo común de favorecer la adaptación y el desarrollo psicológico de los niños. El tratamiento conductual de la hiperactividad se basa en el manejo de las consecuencias ambientales. Hablaremos de dos técnicas, las operantes y las cognitivas.

Los métodos operantes se orientan hacia el control de las conductas alteradas y suponen que éstas dependen de factores, acontecimientos o estímulos presentes en el ambiente. Por tanto, al controlar las circunstancias ambientales es posible reducir, alterar y mejorar el comportamiento infantil. El modelo operante hace especial hincapié en las consecuencias que siguen a un comportamiento cuando aparece. Según este enfoque, las conductas se emiten y mantienen por los efectos que provocan en el ambiente. Cuando una conducta es seguida de consecuencias ambientales favorables, se mantiene en el repertorio de comportamientos habituales del niño. En consecuencia, en los casos de hiperactividad, la atención diferencial que prestan los adultos actúa como reforzador. En aras a la adaptación del niño se recompensan conductas apropiadas como, por ejemplo, realizar las tareas escolares, prestar atención a las explicaciones del profesor, al material escolar, concluir a tiempo y correctamente los problemas propuestos, permanecer sentado, no hablar sin permiso del profesor, no tirar objetos, etc. Mientras que, por el contrario, se tratan de extinguir los comportamientos anómalos. Es habitual que al principio del tratamiento las tareas que el niño ha de realizar para obtener ganancias sean de escasa complejidad, que irá en aumento a medida que progresa la terapia. El tratamiento de la hiperactividad tendrá lugar en el ambiente natural, es decir, en casa y en el colegio con lo cual deberá contarse con la participación de los padres y maestros quienes, en último caso y siguiendo las instrucciones del profesional, van a administrar las recompensas tras los comportamientos adecuados y extinguir las conductas no apropiadas. Las técnicas operantes han demostrado mejoras a corto plazo en el comportamiento social de los niños y en sus resultados académicos.

Dentro de las técnicas cognitivas debemos hablar del Entrenamiento en Autoinstrucciones y del Método de resolución de problemas. Las técnicas cognitivas parten de la base de que los niños hiperactivos tienen déficit en las estrategias y habilidades cognitivas que se requieren para ejecutar satisfactoriamente las tareas escolares. Por tanto, se considera que sus perturbaciones y comportamientos alterados son secundarios a las deficiencias cognitivas que les caracterizan. El Entrenamiento en Autoinstrucciones consiste en modificar las verbalizaciones internas que un sujeto emplea cuando realiza cualquier tarea y sustituirlas por verbalizaciones que son apropiadas para lograr su éxito. El objetivo de la técnica no es enseñar al niño qué tiene que pensar sino cómo ha de hacerlo. Así pues, el método consiste en aprender un modo apropiado, una estrategia para resolver los fracasos y hacer frente a nuevas demandas ambientales. En cuanto a la eficacia del procedimiento, hemos de señalar que si bien es eficaz para modificar las estrategias cognitivas al menos en tareas sensoriomotoras, no modifica significativamente las conductas sociales alteradas y existen serias dudas acerca de que la estrategia aprendida se generalice y emplee para resolver tareas de la vida real. En cuanto al método de resolución de problemas incluiría dos técnicas, la de la Tortuga y el Entrenamiento en solución de problemas interpersonales. La técnica de la Tortuga que incluye además modelado y relajación, tiene como objetivo último enseñar a los niños a autocontrolar sus propias conductas alteradas, impulsivas e hiperactivas. De manera resumida, el procedimiento consiste en definir y delimitar el problema actual, plantear las posibles soluciones al mismo y elegir una vez valoradas sus consecuencias y resultados, aquella que se considera más apropiada. Finalmente se ha de poner en práctica la solución elegida y verificar sus resultados a partir de los cambios o mejoras que se consiguen. El entrenamiento en solución de problemas interpersonales aplicado con niños impulsivos pretende reducir sus dificultades de adaptación social, mediante el aprendizaje de estrategias cognitivas que le permitan analizar los problemas interpersonales, buscar soluciones eficaces y aplicarlas en el marco de las interacciones sociales. En general, los programas basados en la aplicación de técnicas conductuales y cognitivas han logrado resultados favorables en alguno de los aspectos deficitarios del trastorno, como la atención, pero, sin embargo, queda pendiente la modificación de los comportamientos antisociales y el mantenimiento de la mejoría en períodos prolongados de tiempo.
  

Unas últimas cuestiones aportarán más luz al tema que nos ocupa:

¿QUÉ PUEDE HACER EL PSICÓLOGO POR EL NIÑO HIPERACTIVO? Puede enseñarle a que mantenga la atención durante períodos de tiempo cada vez mayores (focalización y regulación de la atención), a que aprenda autocontrol de sus emociones (ira, tristeza,...), a resolver sus problemas con otros niños y adultos. Puede asesorar a padres y educadores acerca de cómo manejar el comportamiento del niño.

¿QUÉ PUEDE HACER EL MAESTRO POR EL NIÑO HIPERACTIVO? Ayudarle a que aprenda a controlar su comportamiento en el aula, lo que repercutirá en una mejor relación con los demás, en unos mejores resultados académicos y en una mejora de su autoestima.

¿CÓMO AYUDARLE A QUE MEJORE LAS RELACIONES CON SUS COMPAÑEROS? Enseñándole habilidades sociales básicas y habilidades de solución de problemas interpersonales.

¿CÓMO HACER QUE EL NIÑO NO SE DISTRAIGA TANTO EN LA CLASE? Estructurando las tareas en tiempos cortos, permitiendo que haga descansos al concluir las mismas, reforzando los períodos de atención, controlando el ambiente para que haya los menores elementos de distracción posibles.

¿CÓMO AYUDARLE A QUE ADQUIERA CONTROL SOBRE SU MOVIMIENTO? Enseñándole ejercicios de control muscular, ejercicios de relajación.

¿EN QUÉ CONSISTE EL ENTRENAMIENTO COGNITIVO CON EL NIÑO HIPERACTIVO? Fundamentalmente en enseñarle a pensar antes de actuar para que regule su comportamiento, tanto a la hora de enfrentarse a una tarea como en sus relaciones interpersonales.